Bart Scott es el león de Detroit.
Y el domingo en Michigan, podrán apostar que el apoyador de 30 años de edad dejará todo en el terreno de juego. Un producto de la capital automovilista del país, juega como un carro desenfrenado que busca afanosamente con quién estrellarse. Pero fuera de la cancha, ha evitado choques devastadores. Mientras muchos en el lugar donde se crio simplemente luchan por sobrevivir, Scott ha prosperado y se ha mantenido como una figura auténtica a lo largo de su jornada.
El hijo nativo
"Estoy en un recorrido ahora. Nunca hubiera podido escribir esta historia", dijo Scott esta semana en Four Quarters, la revista web de newyorkjets.com. "Estoy emocionado porque puedo regresar y jugar ante mi afición. Puede que sean los Detroit Lions, pero soy el hijo de esta tierra y tienes tres hijos más de esta tierra [Braylon Edwards, David Harris y Vernon Gholston] que vuelven conmigo. Pienso que habrá más gente apoyándonos que a ese equipo porque nosotros hemos sembrado semillas allí que han dado fruto".
Hubiera sido comprensible que un niño perdiera toda esperanza cuando balas, derramamiento de sangre y brutalidad eran un aspecto más de la vida cotidiana.
"Recuerdo que tenía un compañero de escuela intermedia a quien le dispararon nueve veces. ¿Quién le dispara a un niño de 12 años? Pero así era la vida en Detroit. Intentabas permanecer positivo, trabajar duro y encontrar tu salida", dijo Scott. "No estaría aquí si no hubiera crecido de esa manera. Me curtió, me preparó para la vida y para lo fría que es la vida, incluso ahora en el mundo de negocios. No puedo temerle a nadie en el campo de juego si logré salir de donde salí. Esto no es nada para mí; esto es como unas vacaciones para mí".
Detroit era todo menos un paraíso para el joven Scott en los años 80 y 90, décadas a las cuales se han referido como el boom del crack. Caminaba a la escuela, se preguntaba dónde estaban algunos de sus compañeros, y entonces con frecuencia tenía que pelear por su supervivencia de regreso a la casa.
"Me crie en un vecindario de pandillas, territorio de pandillas, y había pandillas enemigas de camino a la escuela. Nunca sabía por qué estaba en la escuela y el resto de los tontos estaban fuera de la escuela peleándose sobre territorios de drogas, un partido de baloncesto, un juego de dados o apuestas", dijo. "Así que iba a mi casa y no tenía idea de lo que estaba pasando. El resto de ellos no iban a la escuela, así que tenía que protegerme cuando regresaba. Me defendía; no soy Sugar Shane [Mosley], pero aún sigo invicto. La barbilla ha sido puesto a prueba y es dura como una piedra. Y mis golpes barren campos".
Criado por un pueblo
Scott aprendió fundamentos sólidos en casa con su madre, Dorita, y sus hermanas mayores, Cutrice y Dawnyell, quienes cuidaban del bebé de la familia. Y mientras su padre, Bartholomew Capers, no vivía en la misma casa, seguía siendo parte de la vida de su hijo.
"Aquí estoy en el tercer grado leyendo sobre Aníbal y cómo pudo construir su ejército, cómo destruyó a Roma. Ése es el tipo de padre que tenía", dijo. "Mi madre era el corazón; ésa es mi roca, alguien en quien siempre me puedo apoyar. Fui criado por un pueblo. Me protegían. En ese mundo loco, era como si estuviera protegido de muchas cosas".
En el colegio secundario Southeastern, Scott jugó baloncesto, béisbol y tenis y se alineó como corredor y apoyador en el equipo de fútbol americano. Era una estrella cotizada que aceptó una beca a la Universidad de Michigan State y estaba listo para militar con los Spartans de Nick Saban antes de que retiraran la oferta tras una baja puntuación en el SAT, la prueba de aptitud para solicitantes universitarios. Scott eventualmente sacó el resultado que necesitaba y Michigan State vino a buscarlo otra vez una hora después de que Scott se comprometiera con Southern Illinois, universidad que nunca había visitado y la cual desconocía.
"Estaba enfadado; aún sigo enfadado," dijo. "Cuando estás en Primera División AA, lo grande es volver a casa y esperas que al menos mencionen tu resultado en el resumen deportivo. Ni siquiera sabía que existía algo así como la Primera División AA. Pensaba que había Primera División y Segunda División. Nunca había escuchado de Primera División AA en mi vida. Nunca recibí una carta de reclutamiento de Primera División AA. Yo era un *All-America *de primera, así que saliendo hubiera podido ingresar en cualquier universidad que quisiera, pero tenía la mentalidad de Detroit, nunca abandonar la ciudad, nunca abandonar el estado.
"Pero la cosa más grandiosa para mí fue irme y crecer y me forzó a ser un hombre a muy poca edad porque estaba completamente solo".
Difícil de quebrar, imposible de impedir
En Southern Illinois, Scott fue apoyador y profundo titular sus últimas tres temporadas, sumando 352 paradas en su carrera, un rendimiento que lo convenció de que poseía el talento para jugar al próximo nivel. Un problema de indisciplina por insistir en comer durante una reunión de equipo en su tercer año le costó cinco partidos, pero aprendió de su error y recibió una segunda oportunidad.
"Me suspendieron por una discusión que casi me cuesta mi carrera", dijo. "Lo mejor que me sucedió fue matricularme en Southern Illinois, tomar el camino que tomé. Desarrolló carácter y me hizo duro en el exterior. Difícil de quebrar, imposible de impedir".
El amor vence al odio
Pero Detroit es su hogar y Scott nunca olvida sus raíces. Compró un terreno cerca de la casa de su abuela para convertirlo en un patio de recreo para el vecindario. Suministró uniformes, tacos y guantes para el equipo de Southeastern en el 2005. Recientemente reemplazó las tribunas que se robaron de su colegio, asegurando que el estadio estaría en condición para homecoming, la visita anual de ex alumnos.
"Les pregunté qué necesitaban de mí y pudimos conseguir las tribunas y jugar un partido en casa. Pude ayudarlos a conseguir lo que necesitaban para el baile porque sentía que eso es parte de la experiencia de colegio secundario y debería ser un derecho de ellos, debería ser algo que se da por sentado", dijo Scott. "Van al colegio, trabajan duro, juegan fútbol americano y deberían tener un partido y un baile en homecoming. Me sentí bien de poder ayudar, de estar en capacidad de ayudar, solo para probarle a la gente que se robó las tribunas que no nos derrumban fácilmente. Pese al odio que tienen, el amor vence al odio siempre".
Hay una dicotomía fascinante dentro de Scott. Está al mismo tiempo lleno de furia y de dicha, un hombre que ha experimentado altas grandes y bajas turbulentas. Tendrá un grupo de 90 personas alentándolo en el Ford Field, y dice que su madre se aseguró de que todos pagaran por sus boletos en julio. Los Lions puede que llamen a Detroit su casa, pero Scott dice que solo son unos inquilinos.
"Enfrentan graves consecuencias. Ésa es mi casa: ellos solo la están ocupando", dijo. "Detroit es mi casa, mi ciudad, mis aficionados, mi gente, así que siempre tengo que dar un espectáculo para mi gente. Y estoy seguro de que David Harris, Braylon Edwards y Vernon Gholston estarán justo detrás de mí, para que yo no vaya allí con las manos vacías, y tengo a mis matones y a mi pandilla detrás de mí también porque saben lo importante que es para mí.
"Así que Detroit, lo siento, pero tengo que hacerlo".